“Se puede amar y odiar a alguien al mismo tiempo, pero no, amar, sanamente, y ser indiferente a la vez”. Matilda B
Odiar necesita amor pero el amor no existe con indiferencia. ¿No os lo habéis planteado nunca? “No hay mejor desprecio que no hacer aprecio”.
La indiferencia (o ghosting en la era de las redes sociales) es ese poder que tienen algunxs de despojar de toda visibilidad a una persona; pueden hacerlo con la persona que aprecian, han querido o siguen queriendo o con una amistad. También puede ser un mecanismo de defensa, para desaparecer, para desvincularse de alguien de un plumazo.
Cuando alguien a quien aprecias o quieres te despoja de toda visibilidad, de corporiedad, de presencia, está ejerciendo sobre tí uno de los “castigos más perfectos que existen”.
Aplicar la "Ley de hielo", o sea, tratar a la persona que quieres, a un amigo, ... con total indiferencia como si no existiera es una de las maneras más crueles de actuar. Aplicarla porque alguien actuó, simplemente, como no esperabas, implica un desprecio directo; es abrir una herida de rechazo temporal dentro del vínculo. Le estás produciendo, a esa persona a la que quieres, un alto estado de ansiedad, confusión y un gran dolor. Y más que una estrategia de resolución de conflictos es un castigo que busca venganza. ¡Si amas a alguien no la apliques!
Martin Luther King dijo que «lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos». Porque es así, la indiferencia la ejerce el bueno, cualquier persona de a pie, los que, aparentemente, no sufren ninguna patología mental.
¿Entonces, la indiferencia es cosa de buenos?
Pues podría parecerlo porque alguien perverso o psicópata establece un vínculo fuerte con sus víctimas, en cierto modo las quiere para matarlas, para hacerles sentir cosas; sufrimiento como el que quizás sufrieron ellos en el pasado y quieren compartir ese dolor con las víctimas escogidas para tal fin. Quizás es la manera que tiene el malvado de canalizar un amor mal inculcado, mal entendido, o por una anomalía en su cerebro. Pero el perverso no puede dejar pasar al ser odiado, se aferrará a él, lo necesita para canalizar su “amor distorisionado y disfuncional”. ¿Relacionan el amor con la muerte?. ¡El malvado si mostrara indiferencia no sería malvado ni nada! Su cometido perdería toda significación. El que odia necesita un ente a quien cogerse para poder odiar. Si odias es porque ese ser al que odias te transmite cosas, te vuelves permeable a su influencia.
La indiferencia la practica diariamente el más común de los mortales; es ese pasotismo sofisticado que pone de manifiesto que quien la ejerce, puede tener ciertas disfuncionalidades afectivas soterradas. Y como toda disfunción, si uno es consciente de ella y de su repercusión en los demás, podrá atreverse a evaluarla y modificarla.
La indiferencia y el silencio pueden ser agresiones más contundentes y dolientes que la violencia verbal o física. ¿Cuantas veces, cuando no se saben resolver de forma constructiva los desacuerdos o diferencias, bien por malos entendidos, por una mala calidad en la comunicación con una amistad, al final, se termina por romper el vínculo, completamente, a pesar de que era una buena amistad, no tóxica?. La indiferencia nos puede hacer perder algo bueno para nosotros. Entonces me pregunto, ¿Serle indiferente a alguien que no se lo merece, es una forma de despreciarnos a nosotros mismos, o por el contrario, es un acto de tiranía y egocentrismo, sin límites?
Un gran ejemplo del dolor que causa la indiferencia lo encontramos en el cine, en la película que protagoniza Chiwetel Ejiofor, Nicole Kidman y Julia Roberts "El Secreto de una Obsesión", en la que Chiwetel y Julia Roberts, investigadores del FBI, encuentran a la hija de Julia Roberts asesinada de forma violenta. La misión de ambos por encontrar al culpable se enfrenta a la cruda realidad cuando descubren que el sospechoso es un testigo federal protegido y que lo ponen en libertad. Pero tras años de búsqueda obsesiva, con pistas que no llevan a ninguna parte; proceso en el cual la Roberts se muestra esquiba; al fin, su compañero de trabajo, que se había implicado como nadie en esa búsqueda, descubre que su compañera Roberts lo había encontrado hacía años y lo tenía encerrado en su propia casa.
Pero lo más tremendo de esta historia, no es el hecho de tener al culpable bajo su poder (porque eso muchos quizás lo llegaríamos a entender) sinó que el castigo que le impuso, al malechor, fue no dirigirle la palabra en todos los años que lo tuvo encerrado. Pero, claro, llegó el día en que su compañero del FBI descubre el coste de esa obsesión por parte de la Roberts y cuando entra en el granero y se dirige hacia la celda donde lo tiene metido, el propio asesino le pide, desesperado, " Porfavor dile que me hable, dile que me hable, dile que me hable". Ese hombre sufrió más por el silencio y la indiferencia que ella le había aplicado, conscientemente, que por el hecho de estar encerrado por lo que había cometido. Fue una tortura colosal. El final no lo cuento para no hacer más spoiler.
¿La indiferencia cumple alguna función?
Sí! La indiferencia también nos puede enviar mensajes positivos en momentos de emergencia y puede hacernos ver que algo ya no tiene el poder de hacernos daño o de hacernos sentir ninguna emoción significativa. Así que la indiferencia es un modo de mirar hacia otro lado; una forma de despedirse a "la francesa". La indiferencia también puede ser ese recurso último, las fuerzas que al fin hemos encontrado para apartar a esa persona tóxica de nuestras vidas. En un contexto así, la indiferencia es el un acto de "autocuidado".
¿La indiferencia tiene algo positivo?
Todo tiene su lado positivo, o casi todo, en el caso de la indiferencia solo es positiva cuando nos permite desvincularnos del dolor o como control en situaciones adversas. Por ejemplo, sería positiva cuando una mujer que ha sufrido malos tratos por parte de su pareja, al fin, consigue sentir indiferencia hacia él; recurso para desvincularse de su agresor.
La indiferencia también podría ser un recurso inconsciente para aquellos que no quieren meter la pata por no saber expresar sus sentimientos; o como un mecanismo esporádico para marcar límites con ciertas personas en ciertos momentos de una relación disfuncional o asimétrica (sea de pareja, amistad, amantes).
Pero, en definitiva, la indiferencia es omisión de socorro, comunicarse sin voz, sin palabras, sin ojos, sin afecto, sin tacto, sin proximidad. La indiferencia es una uida; un agujero negro. La indiferencia consciente es un comportamiento sádico; una forma de manifestar la falta de implicación emocional hacia alguien o porque esa persona no es lo suficientemente significativa para nosotros, emocionalmente. La indiferencia nos hace incapaces de sentir empatía. Es falta de interés y de cooperación afectiva. ¡Es una carencia, total, de expresión! Es la muerte de la emoción y el sentimiento y de toda responsabilidad afectiva. La indiferecia está en el otro polo de la creación.
¡Espero que este post no te sea indiferente!
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